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En el post de hoy os voy a hablar de la importancia de los animales en la calidad de vida, y más específicamente para algunos individuos «vulnerables»; que aunque tenga una deformación profesional hacia los caballos, reconozco que mi perra es una parte fundamental y vital tanto en mi hogar como en mi vida.

Los animales de compañía son uno de los medios más accesibles para mejorar la calidad de vida de las personas. Accesibles debido a que se puede acceder fácilmente a ellos y más teniendo en cuenta la cantidad de adopciones que se pueden hacer en perreras o protectoras, siempre y cuando el animal esté sano tanto físicamente como mentalmente, además de la posibilidad de obtenerlos en los criaderos.

Estos animales son en sí mismos un apoyo incondicional, sea de noche o de día, a los que podemos acudir en cualquier momento. Puede ser que los otros miembros de la familia estén ocupados realizando sus tareas, estando no-disponibles, o simplemente ausentes en el hogar; es en estos momentos donde uno se da cuenta de la gran disponibilidad que puede tener el perro hacia nosotros.

Generalmente, son compañeros cálidos y afectuosos que nos proporcionan diferentes sensaciones positivas, además de un confort especial. Por otro lado, son una fuente de relajación y diversión al mismo tiempo, una fuente de «vida» que SIEMPRE está cerca.

Es importante tener en cuenta el dato de que: la calidad de «vida adicional» (denominando al tiempo de más que un individuo podría disfrutar con calidad) que estos animales pueden proporcionarnos (a los propietarios de animales) tiene un coste relativamente bajo, si lo comparamos con los esfuerzos que tienen que hacer las otras personas. También es importante saber que esto es debido a que las demandas de los animales son simples y sin complicaciones, mucho menos complejas que las humanas.

Existen evidencias claras en diferentes investigaciones sobre el apoyo social humano, donde se destaca el papel central de las relaciones (o de su carencia) como causa de estrés o fuente de salud. ¡Y es por ello que los «peluditos», en este aspecto, adquieren un papel fundamental!

Todos y cada uno de nosotros tenemos o hemos tenido alguna época en la vida en la que nos hemos visto obligados a afrontar problemas o a superar pérdidas dolorosas. En estas épocas el hecho de poder contar con gente que te acoge y te hace sentir bien, como amigos y familiares, puede suponer una gran diferencia en el estado anímico y en la capacidad de recuperar el optimismo de la persona afectada.

Independientemente de la gran cantidad de recursos que puede tener una persona (como la familia, amigos, programas sociales, asistencia médica o la asistencia pública), en ocasiones, las personas que se encuentran en una situación con un grado máximo de vulnerabilidad suelen carecer de las relaciones sociales que son necesarias para tener una calidad de vida aceptable. Entre los perfiles en una situación de riesgo se encuentran las personas discapacitadas (incluidas las afectadas por ceguera o sordera), las personas que viven solos en edades avanzadas y las que padecen problemas médicos graves (pudiéndose dar otros perfiles).

En nuestra vida actual, una vida moderna, los individuos necesitamos afrontarnos a cambios rápidos, lo que a menudo provoca aislamiento social, dejando a las personas «afectadas» desprovistas del apoyo social o familiar necesario durante periodos inesperados de crisis. Por ejemplo, cualquier persona que viva solo y que esté aislado socialmente, puede empezar a sentirse solo además de perder la voluntad y la necesidad de «avance». Otro ejemplo que provoca el aislamiento social es la movilidad geográfica, ya que ésta suele provocar la reducción de sus conexiones familiares a los contactos telefónicos o al correo electrónico, sustituyendo a las relaciones personales.

Es imposible estar acompañado constantemente durante todo el día; ya que la compañía próxima puede dejar de ser accesible continuamente. Y es algo que hay que tener en cuenta porque puede afectar negativamente en nosotros: «los altos costes de la soledad y la carencia de apoyo social para la salud humana están bien documentados» (House et al., 1988). Concretamente, se han relacionado a la soledad y la depresión con una gran variedad de enfermedades, incluyendo el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. En otros estudios se sugiere que la depresión es un factor etiológico (causante) de las enfermedades mencionadas anteriormente.

Casi todas las AAA y de los TAA (Actividades asistidas con animales o Terapias asistidas con animales), se dirigen en mayor proporción a individuos presentes en instituciones que a persona que viven solas en sus casas, y son éstas últimas las que en realidad corren más riesgo al no tener contacto social.

Para las personas que quieren vivir solos y se esfuerzan para vivir con independencia es lógico pensar y creer que los animales de compañía pueden marcar una gran diferencia en la vida de la persona, pudiendo incluso prolongar su periodo de vida independiente, es decir, retrasando su necesidad de vivir en una institución o un geriátrico. Esto puede producirse debido a la compañía y el apoyo de los «peluditos».

El motivo por el cual se habla del aumento de este periodo de vida independiente es por el cambio drástico en la calidad de vida de la persona cuando se traslada a vivir permanentemente a una institución, ya que se disminuye el contacto con el mundo y generalmente los gastos se incrementan.

Con lo último dicho se podría proponer para alargar el periodo de vida independiente de estas personas una inversión para proporcionarles animales de compañía ya que podría representar una diferencia significativa en la salud de la persona. Además de aportarles beneficios psicosociales, como se ha descrito anteriormente, podrían ampliar en meses o años el periodo de vida independiente.

Por otro lado, se reconoce a los animales como una fuente accesible de apoyo cálido que podría compensar la falta de compañía humana.

Es cierto que los animales, dentro de un contexto con relaciones positivas, nos propician a todos (siempre y cuando nos agraden) la calidad de vida en muchas situaciones, aunque los efectos beneficios de los «peluditos» en el ámbito psicosocial pueden ser apreciados y medidos con más facilidad en individuos psicológicamente vulnerables, los efectos psicosociales no son tan evidentes en situaciones más normales.

A medida que las personas nos hacemos mayores y envejecemos, nuestras redes sociales se empiezan a reducir; tomando decisiones como yéndonos a vivir a casas más pequeñas, que los amigos o familiares se trasladen de casa también, o que hayan muerto o padezcan enfermedades crónicas. Para este perfil de persona sería adecuado tener un animal que le ofrezca una compañía con la que pueda contar en todo momento.

De hecho, en un estudio de personas mayores propietarios de perros, la mayoría afirmó que el perro era su mejor amigo y consideraba que su relación con el perro eran tan fuerte como lo que tenía con algunas personas (Peretti, 1990).

Los individuos con discapacidades físicas graves pueden ser motivados por un animal a realizar tareas físicas con valor terapéutico para cuidar al perro. Es decir, en su calidad de socio-colaborador, el perro proporciona ayuda en tareas físicas, al crearnos la responsabilidad de sacarle a pasear o cepillarle entre otras tareas.

Las personas con discapacidad pueden beneficiarse de la experiencia de la Equitación Terapéutica, una oportunidad de recibir apoyo social (al frecuentar un club hípico) además de la sensación única y el reto físico que supone montar a caballo.

¡Espero que os haya gustado este post sobre la introducción de los beneficios psicosociales de la compañía animal!. Más adelante me informaré y os escribiera explicando más detalladamente estos beneficios.

Bibliografía: «Manual de terapia asistida por animales«, Aubrey H. Fine.

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