Compartir

Al salir del coche ya se respira un aire puro, nada cargado… se oye a los pájaros cantar, y las hojas de los árboles se agitan levemente. Gires a donde gires tu cabeza hay vida, personas y caballos que comparten un mismo espacio en armonía.

Vas desplazándote y de camino a la cuadra de tu caballo te cruzas con alguna que otra persona, que te saluda con entusiasmo, contenta de estar ahí y poder disfrutar de todo esto que os rodea. Y entre todo no hay nada ni nadie que consiga despistarte de tu prioridad.  Ya entrando en las cuadras, buscas su mirada… unos cálidos ojos marrones, que al reconocerte centran toda su atención en ti  (bueno, y en lo que llevas en tus manos, porque sabes que algo siempre le cae). Sus orejitas escuchan tus pasos llegar hasta la puerta de su cuadra, y entonces, ansioso por verte, se mueve de un lado a otro, bien cerquita de la puerta: «Estoy muy contento de verte pero… ¡sácame porfi!». Abres la puerta y te acercas a él… le acaricias levemente mostrándole tu afecto, a lo que responde girando su cara para que lo sigas haciendo. Te preocupas de él, de cómo está, incluso de lo que puede estar pensando o sintiendo en un momento determinado. Te centras en su respiración y el tiempo se para… una sensación agradable recorre tu cuerpo. Te sientes tranquilo, acompañado y parte de algo bonito.

Al preocuparte de él, le sacas de la cuadra y le acicalas, le pones lo más «guapo» que puedes entre mimos y más caricias. Es inevitable el roce con él cuando le cepillas, te apoyas con una mano y la otra hace todo el trabajo. Al tocarle, sientes que su pelaje se desliza entre tus dedos, sientes su calor…  entre tanto cepillado tu caballo se dedica, «para pasar el rato», a mordisquear la cuerda que le ata o girando su cuello para mirarte «cómo le cepillas», o para que, básicamente, le hagas caso.  Al acabar de cepillarle todo el cuerpo, te centras en sus patitas, y una a una se las levantas para limpiarle sus cascos; y de repente limpiándole uno de los cascos de delante notas como su morro roza levemente tus pantalones y tu chaqueta, a la altura de los riñones…  y, como no, al acabar te giras y le vuelves a dedicar una dosis más de mimos, porque en eso no escatimas.

Al vestirle y prepararle para la monta, vas a buscar todo el material a tu guadernés. Antes de cogerlo todo te preparas, sacando las botas y ajustándotelas; si aún no estás acostumbrado percibirás el olor del cuero.  Ya con la montura, la cabezada de trabajo, el casco y demás, te dispones a salir del guadarnés pero antes de hacerlo te giras para echarle un vistazo… ¡no vaya a ser que me deje algo y tenga que volver a por ello!. Aunque es inevitable a veces que se nos olvide algo o que no podamos cargar con todo. Ya al lado del caballo, empiezas a ensillarle cuidadosamente, primero con lo que va en el dorso del animal y para acabar e irnos, la cabezada. Te pones el casco, ajustas los estribos y con las riendas en tu mano guías al animal hasta la pista para empezar a montar.

Ya arriba, te dejas llevar.  Al paso y relajadamente te centras en el movimiento del animal siguiéndolo con todo tu cuerpo,  y la verdad, es que consigue relajarte y evadirte, esa sensación como de balanceo que mece una cuna.  Con las riendas le guías y le convences para que así lo haga, con cariño y paciencia.  Junto a la pista hay unos árboles donde te das cuenta que hay unos pajaritos y, no solo tú, tu caballo también los ha visto, pero tampoco les hace mucho caso. Es en estos momentos cuando te das cuenta de que vas montado encima de algo que está vivo, que siente y padece , que no es una máquina. Su movimiento consigue que desconectes, que te evadas y te centres en él, toda tu atención está focalizada en eso. Cansada de paso, le pides que avance más rápido, recortas las riendas y vas apretando levemente las piernas hasta que se precipita al trote. El aire acaricia tu cara, te mueves más rápidamente, pero aún así te sientes cómoda y a gusto, de hecho, como ya conoces al animal y te defiendes montando, cada día que pasa disfrutas más. Tu confías en él, pero te acabas dando cuenta de que él también lo hace contigo.

Estando ahí, vuelve a suceder… el tiempo se para, y jinete y caballo acaban convirtiéndose en uno,  desplazándose juntos como si bailaran. Te vuelves a centrar en su respiración…está acelerada y es más brusca, pero eso no te incita a parar, si no todo lo contrario, sigues. Todos tus músculos se encuentran trabajando, notas calor…  y, ¡para qué mentir, alguna que otra gotita de sudor también!. Antes de acabar, le acaricias en el cuello felicitándole por su trabajo y agradeciéndole de alguna manera lo que hace por ti;  aunque siendo realistas, él estaría mucho más agradecido si le dieras un cubo de manzanas o zanahorias ¡porque es un glotón y se pasaría el día comiendo!

Te bajas, y de nuevo os dirigís a la cuadra para desvestiros tu y él. Le vuelves a acicalar lo mejor posible, quitándole la arena de la pista en los cascos y cepillando el sudor que ha quedado en pelaje. Y, ahora sí que sí, ¡ha llegado la hora favorita de tu caballo! La hora en la que recibe manzanas y zanahorias, una detrás de la otra; porque si no escatimas en mimos, tampoco lo harás en zanahorias y manzanas. Se atiborra de todo lo que puede; no se ha acabado lo que tiene en la boca y ya te está pidiendo lo que tienes en la mano… de hecho, te alejas un poco de él porque babea y esta empeñado en tocarte la chaqueta, a pesar de todo, lo que está ocurriendo te hace gracia, aunque te manche; y, por ello, sonríes.  Antes de irte, das un repaso al guadarnés repasando que todo esté recogido y, para lo último te dejas lo mejor…le vuelves a acariciar en la frente y te despides cariñosamente hasta el día siguiente.

Te das cuenta de que montar es más que subirse a un caballo , y de que el vínculo  que se crea va más allá de lo que nunca creíste.  Y después de todo esto piensas: «por mi, que se vuelva a parar el tiempo.”

6 comentarios en “Entrelazada al caballo

  1. Emocionante. Me encanta y de echo todo es pura verdad.
    Nada más leerlo me lo imagino todo y el vínculo q puede haber entre un humano y un caballo es muy bonito, porque un caballo te da muchimo más amor que otras personas
    Enhorabuena me ha encantado y mejor dicho imposible😘

    1. Muchas gracias Carmen! Me alegra muchísimo que puedas apreciar el vínculo que se puede llegar a crear entre una persona y un caballo, porque es algo muy especial.

Responder a Carmen Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *